Ante la Ley 4/2023, de 28 de febrero Más problemas que soluciones

Ley trans
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"La pena ha sido que, siendo la transexualidad una realidad innegable, aunque ‘dolorosa e incomprendida’, al intentar despatologizarla se utilizaron unos instrumentos poco adecuados"

"La experiencia nos viene iluminando hasta la saciedad, sobre todo en materia tan trascendental como es lo trans, que no basta con etiquetar de progresistas las decisiones que se proponen e imponen"

"Personalmente no creo que todo deba plantearse en una democracia desde una óptica política. Dudo que, en la cuestión de lo trans, se deba prescindir, como se ha hecho, de la participación y cuidados de los padres o de la ayuda médica y psicológica"

"El legislador español, siguiendo el activismo triunfante en otras latitudes, ha optado por “la satisfacción inmediata del propio deseo” y ha impuesto, “un triunfo de la democracia sentimental frente a la razón científica”

Uno de los logros más valiosos de las sociedades actuales estriba en permitir que “las personas vivan su vida como deseen” (Murray, La masa enfurecida, pág. 312). Este propósito loable y compartido prácticamente por todos, el sanchismo y la ministra podemita Irene Montero lo vició de ideología. La pena ha sido que, siendo la transexualidad una realidad innegable, aunque ‘dolorosa e incomprendida’ (Joq. Manso), al intentar despatologizarla se utilizaron unos instrumentos poco adecuados. “A fin de cuentas, dice Murray en su aportación, hoy por hoy, imprescindible, no está claro que la mayoría de la población siga aceptando lo que se le dice que acepte o que siga amilanándose cuando la insultan por oponer resistencia”. Conclusión evidente, sin duda, todavía.

La paradoja ha consistido, también en España, en asociar progreso y felicidad en una especie de maridaje indisoluble e incurrir, desde posiciones inconformistas, supuestamente liberales, en un verdadero dogmatismo y autoritarismo. Lo cual debería llevarnos a reflexionar muy en serio en torno al tipo de democracia que abrazamos y consentimos, como pueblo soberano escasamente ejerciente, así como, por utilizar la expresión de Martin Luther King, a repensar de nuevo “¿Hacia dónde nos dirigimos?”.La experiencia nos viene iluminando hasta la saciedad, sobre todo en materia tan trascendental como es lo trans, que no basta con etiquetar de progresistas las decisiones que se proponen e imponen.

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Sé que semejante valoración es ajena al sentir de la izquierda que nos gobierna. Ésta, en su soberbia y sectarismo, no consiente otra actitud que no sea la sumisión rendida y desprecia cualquier participación que no controle, aunque sea médica o científica. Y sé también que no se caracteriza por el humilde reconocimiento de su dependencia cultural del mundo universitario norteamericano y de la experiencia en el tema de los países del norte de Europa, que están dando marcha atrás. ¡Qué le vamos a hacer! Es lo que, de modo irresponsable, hemos propiciado.

Pero, para quienes luchamos por contribuir a crear opinión fundada y servir al pueblo soberano, no se trata de agradar o reprochar, sin más, las respuestas de las opciones políticas concretas. Se trata de intentar transmitir, en la medida de lo posible, certidumbres a la gente y propiciar soluciones a sus problemas concretos. Se trata de perfeccionar el cada día más adulterado sistema democrático. Sobre todo, en cuestiones que guardan tanta relación con la ética. El siglo XXI, se reitera como un mantra en los ámbitos culturales actuales, será ético o no será (Lipovetsky).

A este propósito, no me resisto a la tentación de reproducir las que entiendo palabras muy certeras de Murray: “La metafísica que alimenta a las nuevas generaciones, y con la que todos los demás nos vemos obligados, es demasiado inestable y parte del deseo de expresar con certeza cosas que en realidad ignoramos, así como el desprecio y el relativismo con que repudia lo que sí sabemos. Sus principios son que todo el mundo puede volverse homosexual, que las mujeres son mejores que los hombres, que las personas pueden volverse blancas pero no negras y que cualquiera puede cambiar de sexo. Quien no encaje en este esquema es un opresor. Y absolutamente todo debe plantearse desde una óptica política”.

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Personalmente no creo que todo deba plantearse en una democracia desde una óptica política. Dudo que, en la cuestión de lo trans, se deba prescindir, como se ha hecho, de la participación y cuidados de los padres o de la ayuda médica y psicológica. Sin embargo, lo cierto es que se optó por una posición muy radical: “Yo soy lo que digo que soy y no puedes demostrar lo contrario; las vidas de los trans importan; hay gente que es trans. Supéralo”. El criterio adoptado, en consecuencia, es éste: “si un hombre decía ser una mujer, era una mujer y sugerir lo contrario era transfobia” (Murray).

En definitiva, el legislador español, siguiendo el activismo triunfante en otras latitudes, ha optado por “la satisfacción inmediata del propio deseo” y ha impuesto, “un triunfo de la democracia sentimental frente a la razón científica” (Joq. Manso). Grave error que significa desproteger a los menores, correr el riesgo de facilitar situaciones irreversibles y, por supuesto, “crear más problemas que soluciones”. Ya están, por cierto, apareciendo también en este país.

La Ley 4/2023, de 28 de febrero, despreció el dato significativo de que Liz Truss, ministra de Igualdad del Reino Unido, había anunciado ya en 2020: una drástica restricción de los tratamientos que se venían aplicando a los adolescentes trans a fin de “protegerlos de tomar esas decisiones irreversibles”. El Legislador español, sustentado por una izquierda irresponsable y lamentable se permitió semejante desatino. El colmo de los despropósitos radicaría en que, ante ‘la acumulación de evidencias’ (Arcadi Espada) y contradicciones insuperables, que están apareciendo a la hora de aplicar la Ley, el sabelotodo sanchismo no ha sabido hacer otra cosa que orquestar una reacción histérica y vergonzante. ¿Recuerdan aquello de ¡vergüenza, vergüenza, vergüenza! de la ministra Ana Redondo, aplaudida frenéticamente por la bancada sanchista? Vergüenza debiera darles a todos ellos por querer proteger a la mujer con Ley del sí es sí y a los menores con Ley trans. La ignorancia activa a pleno rendimiento.

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